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Juan Mier deja de portear en el Urriellu
Disfrutar de pan del día, carne o verduras frescas no tiene ningún valor añadido cuando la tienda está al lado de casa. Pero cuando se hace en el refugio del Urriellu, a 1.960 metros de altitud y a los pies del Picu, la cosa cambia. Tal vez sean pocos los clientes que se paren a pensar cómo el establecimiento puede tener ese nivel de servicio cada día durante la temporada, o que detrás de ese hito se encierran cualidades de un valor incalculable que confluyen en una profesión, la de porteador, y que se concentran en la figura de Juan José Mier Mier, quien ha decidido abandonar esta actividad, tras doce años, para dedicarse a la ganadería hasta que acceda a la jubilación.
Este cabraliego nacido en Tielve, ganadero y pastor de cabras y vacas, conoce la profesión y el porteo con caballerías desde niño. Lo ha hecho muchas veces a lo largo de su vida. De lunes a viernes, entre los meses de mayo y octubre, recoge los encargos en Arenas de Cabrales a primera hora, sube a Pandébano, donde apareja la caballería equilibrando la carga, algo en lo que tarda unos 40 minutos, y sale hacia la vega de Urriellu. Un recorrido que hace en una hora y cincuenta minutos, aproximadamente. A sus 57 años, Juan Mier piensa que ya es hora de dejarlo. No porteará más, pero sí seguirá trabajando como ganadero. “Me quedan unos años para jubilarme”, asegura.
Trabaja con tres mulos, aunque sólo suben dos en cada viaje. “Dos se pueden controlar, tres ya no”, afirma. Ha estado, sobre todo, con “Camacho” y “Aznar”, este último el único mulo que ha permanecido los doce años con él. Cada animal lleva 70 o 75 kilos de peso. “Tienen que ser muy nobles porque te encuentras mucha gente en el camino”, asegura Mier.
Ascenso
Es, precisamente, el volumen de gente que se encuentra en la ruta de ascenso a la vega de Urriellu, el tener que parar constantemente cuando no les dejan paso, o las personas que les hacen fotos indiscriminadamente, una de las cosas que más ha agotado al porteador, que apunta al desconocimiento como causa de este comportamiento. “Son doce años y hay que estar muy pendiente de la gente, sobre todo en julio y agosto. Te puedes encontrar 200 personas subiendo y bajando. Muchos no saben lo que es la montaña, ni cómo funciona esto. No se apartan de los animales o se apartan mal y es complicado”, resume.
“No lo hacen intencionadamente, sino por desconocimiento”, añade Mier, que está en plena forma y es aficionado a las carreras de montaña, habiendo participado hasta diez veces en la Travesera que se disputa en Cabrales. También ha porteado para los avituallamientos de este tipo de pruebas.
A lo largo del verano se hacen un par de porteos con el helicóptero, pero luego el día a día es cosa de Juan Mier. “En verano no se da abasto para subir todo”, explica. Para bajar no lo hace de vacío, ya carga en los mulos la basura que se genera en el refugio.
Juan Mier baraja no desvincularse del todo del refugio y colaborar en el paso de testigo a la persona que le sustituya. “Pero portear más, no”, subraya.
“Quedan pocos como Juan y en la zona no hay relevo. Con él damos un servicio de lujo a 2000 metros de altitud”, afirma Sergio González, guarda del refugio, quien defiende que se debería dar prioridad a estas personas en rutas tan transitadas por el turismo.
De momento, González está recibiendo currículos de toda España, tras poner un anuncio en la redes sociales para buscar sustituto. Juan Mier recuerda que empezó a portear para el refugio cuando sólo estaba como guarda Tomás Fernández. “Luego se unieron Sergio (González) e Íñigo (Garmilla), con los que ha compartido todos estos años. El equipo del Urriellu sabe que no será fácil reemplazarle. Con la jubilación en esta faceta de Mier, la presencia de porteadores lugareños se va apagando un poco más en los senderos de los Picos de Europa.
Fuente : La Nueva España